Título/s: | Produzco lo que consumo; La atención de las necesidades básicas como motor del desarrollo |
Fuente: | Debates para honrar el Bicentenario, 5 (julio 2010) |
Autor/es: | Martínez, Enrique |
Institución: | Instituto Nacional de Tecnología Industrial. Presidencia. INTI-Presidencia. Buenos Aires, AR |
Editor: | INTI |
Palabras clave: | Producción; Consumo; Necesidades básicas; Consumidores; Modos de producción; Datos estadísticos; Africa; Desarrollo social; Desarrollo económico; Situación socioeconómica; Microemprendimientos; Microempresas |
Idioma: | spa |
Fecha: | 2010 |
Ver+/- NÚMERO 5 | JULIO DE 2010
PRODUZCO LO QUE CONSUMO La atención de las necesidades básicas como motor del desarrollo. Ing. Enrique Martinez | Presidente del INTI PRODUZCO LO QUE CONSUMO
La atención de las necesidades básicas como motor del desarrollo. Debates para honrar el Bicentenario ACLARACIÓN ACOMPLEJADA
MARCO CONCEPTUAL INICIAL LA MIRADA CRÍTICA EL DESAFÍO DE ÁFRICA CAMINOS DE REFORMA DESARROLLO LOCAL CONCLUSIÓN BIBLIOGRAFÍA 5 6 9 12 15 18 22 23 ÍNDICE PRODUZCO LO QUE CONSUMO La atención de las necesidades básicas como motor del desarrollo.
5 La introducción de este capítulo intentará aclarar el punto de vista con que lo encaro, pero con una extraña sensación, que admite una y otra vez que será difícil conseguir una aceptación mayoritaria —ni siquiera masiva— a mi criterio. Vivimos en sociedades donde quienes las integramos somos mencionados o tenidos en cuenta mucho más como consumidores, a través del mercado, que como productores, trabajadores, o siquiera ciudadanos. Lo que interesa es nuestra capacidad de adquirir bienes para nuestro consumo, nuestra ca- pacidad de compra. Ésta, por lógica elemental, depende de nuestra capaci- dad de contar con ingresos en dinero. Y estos ingresos, a su vez, dependen de nuestra posibilidad de vender nuestra fuerza de trabajo, sea actuando en forma independiente o integrados a un ámbito colectivo. En definitiva, satisfacemos nuestras necesidades, básicas o no, con dinero y en la categoría de “consumidores”. Ésa es la llave. Como contraparte directa de esa categorización, quien no tiene dinero, no puede consumir, salvo que se lo asista a través de mecanismos públicos o privados, de subsidio institucional, de dádiva ocasional, o combinación de esas formas. En este contexto cultural, toda reflexión sobre producción de alimentos o de vestimenta, para atender necesidades comunitarias o personales, termina siendo inexorablemente encasillada en alguna variante del asistencialismo. Esta secuencia, casi de hierro, a veces me desespera y otras me exaspera. Tratando de bloquear ambas sensaciones negativas, simplemente expondré el punto de partida de la lógica que se desarrollará luego. ACLARACIÓN ACOMPLEJADA 6
Debates para honrar el Bicentenario Hay dos maneras de vincular la satisfacción de necesidades básicas con el trabajo personal de todos los miembros de la comunidad. Una primera manera es conocer la historia del mundo. Durante toda la evolución de presencia y de organización de los seres hu- manos sobre la tierra, hasta hace poco más de dos siglos, la producción de alimentos, vestimenta y vivienda para las propias necesidades ha sido la con- dición de contorno obvia para la gran mayoría. Sólo la aristocracia, cuando existió, o las castas políticas despóticas, quedaron fuera de ese marco. La separación entre el trabajo y la producción de los bienes necesarios para la vida corriente se generalizó con el triunfo del capitalismo, como modo de producción hegemónico. La especialización laboral y la utilización del dine- ro como forma de llegar a los alimentos o a la vestimenta, en lugar de usar la azada o la máquina de coser, son un resultado de la avasallante forma de organización productiva de los últimos 200 años. Me parece importante re- cordar que la relación entre los seres humanos y la producción de su propio alimento o vestimenta tiene una historia mucho más larga que su condición de consumidores no productores, sin que sea necesariamente aplicable una visión lineal de la historia, como un sendero de mejora sistemática de nues- tra calidad de vida. Una segunda aproximación es en tiempo presente, y nos lleva a analizar cuáles son los caminos para emerger de la categoría de “consumidores”, e instalarnos como ciudadanos plenos. Los ciudadanos tienen derechos, muchos formales, y algunos prácticos. Estos últimos, que nos interesan en especial, se refieren a campos que se expanden, a medida que se han consolidado las democracias institucionales, muchas veces de manera poco perceptible. El sufragio universal, la educación pública y gratuita, los hospitales de atención general, son los primeros componentes del menú de derechos y prestaciones al ciudadano. Sin embargo, a esos componentes primarios, se han agregado varios otros: . El derecho de contar con energía eléctrica, gas natural, comunicación telefó- nica, transporte público, correo. . Infraestructura de provisión de agua potable, de cloacas, de alumbrado pú- blico, de caminos regionales y vecinales. . La jubilación. . La educación secundaria y la educación universitaria. Algunos de los elementos mencionados se brindan regularmente, otros no. Pero es claro que la calidad de la gestión de un gobierno se evalúa, en gran medida, por la disponibilidad y accesibilidad a esos derechos y prestaciones para todos los habitantes de un país. La lista se expande con frecuencia. Nuestro país ha sumado recientemente una asignación universal por hijo. Está en proceso el acceso universal a la MARCO CONCEPTUAL INICIAL PRODUZCO LO QUE CONSUMO La atención de las necesidades básicas como motor del desarrollo.
7 Ante la densa lista de derechos políticos, sociales y económicos, cabe la pregunta: ¿Cuál es la diferencia conceptual entre procurar como derecho ciudadano que todos los habitantes tengan cloacas, y procurar que se puedan alimentar? ¿Por qué en caso de acceder a las cloacas o al agua potable, se pagan montos mucho menores que el efectivo costo, ya que son subsidiados por el conjunto de la recaudación impositiva? ¿Por qué, en cambio, debemos procurarnos los alimentos a través del mercado? televisión digital, acotando, o aún eliminando, el negocio de la televisión por cable, para pasar a considerar ese acceso como un servicio público más. Hasta el derecho de ver los partidos de fútbol profesional por la televisión abierta es considerado un derecho ciudadano. Y en Argentina, hoy lo es. Ante tan densa lista de derechos políticos, sociales y económicos, cabe la pregunta: ¿Cuál es la diferencia conceptual entre procurar como derecho ciudadano que todos los habitantes tengan cloacas, y procurar que se pue- dan alimentar? ¿Por qué en caso de acceder a las cloacas o al agua potable, se pagan por esa prestación montos mucho menores que el efectivo costo de funcionamiento de los sistemas de provisión, ya que son subsidiados por el conjunto de la recaudación impositiva? ¿Por qué, en cambio, debemos procurarnos los alimentos a través del mercado? La explicación no es antojadiza, a mi criterio, pero necesita ser desmenuza- da en detalle. En primer término: aquellos que conocemos como servicios públicos son prestaciones homogéneas y universales. Las cloacas o la energía eléctrica, o el agua corriente son consideradas parte de la infraestructura de la vida coti- diana, y representan lo mismo para cada uno de quienes reciben el servicio. La distribución de cada provisión se hace a través de redes que son únicas para cada lugar, por lo que, habitualmente, se habla de “monopolios natura- les”. Pensados en términos de negocio, tales monopolios son espacios particu- larmente seductores para la lógica liberal, como generadores de beneficios empresarios superiores a la media. Por esa razón, la privatización de los servicios públicos ha formado parte de la agenda neoliberal, en términos destacados, si bien oculta detrás del supuesto de eliminar la ineficiencia estatal para la gestión. Sin embargo, el crecimiento de la importancia ciudadana puso en crisis esa ecuación mercantil, en todo el mundo. En efecto, al confrontar toda la comunidad con un solo prestador, los reclamos de una buena prestación universal a bajo costo se generalizaron. Desde Bolivia con el agua, hasta toda Europa con los correos o la energía, el proceso de administración privada de bienes públicos se revirtió, en parte por demandas ciudadanas, y, en mayor medida, por evaporación del sueño de alta renta para los inversores. Hoy, la asociación entre servicio público de calidad, universal, y bajo costo y derecho ciudadano, a mi criterio, es más fuerte que nunca. Por el contrario, la producción y distribución de alimentos no tiene una demanda uniforme, y mucho menos tiene una oferta única o en red. A pesar de ser una necesidad más esencial y fundamental que, por caso, las cloacas o el correo, tomar cualquier alimento como una mercancía sometida a las reglas del mercado es un hecho transformado en una rutina, dentro de una economía ordenada por el mercado. 8
Debates para honrar el Bicentenario Esto sucederá, al menos, hasta que la concentración de la oferta, proceso capitalista típico, culmine en la formación de monopolios, que ya no serán “naturales”, pero pasarán a confrontar con las demandas ciudadanas de igual modo que aquéllos. Tal el escenario presente, y tal la explicación detrás de la diferencia de trata- miento entre un servicio público —aún aquel relativamente esencial— y los alimentos. Ahora bien. Si se ha leído con cuidado lo anterior, se advertirá que el con- texto actual no es resultado de pensar desde las necesidades comunitarias hacia la producción, sino, por el contrario, es fruto de pensar cada actividad en el mundo como un negocio. Esta relación causal se confirma, por caso, cuando aparecen situaciones de monopolio u oligopolio en la oferta de alimentos. El reclamo popular y la reacción gubernamental, en tales instan- cias, suele ser buscar corregir el abuso y generar condiciones de mercado más competitivas. En ninguna circunstancia, se reacciona frente al monopo- lio sosteniendo el carácter de necesidad social del alimento y modificando o condicionando estructuralmente el mercado, para garantizar la prestación universal. Si tenemos una mirada estratégica contraria a que el mercado ordene nues- tras vidas, deberíamos comenzar por evitar que ordene la satisfacción de nuestras necesidades básicas, y la primera de ellas: el alimento. Analizaremos en lo que sigue las varias facetas de un planteo tan ambicioso. El contexto actual no es resultado de pensar desde las necesidades comunitarias hacia la producción, sino, que es fruto de pensar cada actividad en el mundo como un negocio. Esta relación causal se confirma, por caso, cuando aparecen situaciones de monopolio u oligopolio en la oferta de alimentos. En ninguna circunstancia, se reacciona frente al monopolio sosteniendo el carácter de necesidad social del alimento y modificando o condicionando estructuralmente el mercado, para garantizar la prestación universal. PRODUZCO LO QUE CONSUMO La atención de las necesidades básicas como motor del desarrollo.
9 Hay un trabajo muy interesante realizado en Iowa (USA), en que se identificaron desde 1920 hasta la actualidad los productos que eran comercializados por, al menos, el 1% de las unidades productivas. Tal vez, pocos ejemplos sean más categóricos para marcar el paso de una economía donde el mercado era un medio para satisfacer las necesidades (1920), a otra donde el objetivo central es la maximización de ganancias, alrededor de la especialización en unas pocas producciones. (1997). Empecemos por el mismísimo principio. Veamos cuáles son los problemas derivados de una provisión de alimentos ordenada por el mercado, además del obvio —y de algún modo terrible— hecho que señala que en ese contexto, quien tiene dinero come, y quien no lo tiene, no come. He señalado y repetiré con frecuencia un concepto que es central: el capi- talismo de mercado es inexorablemente concentrador. Las empresas más grandes tienden a absorber fracciones crecientes de la demanda, sin ningún límite en sus objetivos. Toda empresa quisiera ser la única oferente de un bien de consumo. En el sector de alimentos, el primer resultado de esa tendencia es la asime- tría espacial de la industrialización, no solo a nivel de los países, sino tam- bién al interior de cada país. Las plantas elaboradoras aumentan su tamaño y se ubican en unos pocos lugares, fortaleciendo una pretendida economía de escala y facilidad de gestión. Las materias primas, así como los produc- tos elaborados, como consecuencia de ello, viajan largas distancias para ser procesadas, y luego para llegar a tomar contacto con los consumidores. Este fenómeno es en rigor otra manifestación de la tendencia al monocultivo o a la baja diversificación de cultivos, en lo que se conoce como agricultura industrial. En este modelo, que es hegemónico al presente, se produce una gama estrecha de bienes, que se destinan al mercado nacional e internacio- nal y con los ingresos generados se adquiere todo lo que no se produce. Hay un trabajo muy interesante realizado en Iowa (USA), en que se identifi- caron desde 1920 hasta la actualidad los productos que eran comercializa- dos por, al menos, el 1% de las unidades productivas. Se acompaña el cuadro resumen. (ver cuadro I) Tal vez, pocos ejemplos sean más categóricos para marcar el paso de una economía donde el mercado era un medio para satisfacer las necesidades (1920), a otra donde el objetivo central es la maximización de ganancias, alrededor de la especialización en unas pocas producciones. (1997). En el grupo final de productos, no hay ninguna fruta ni hortaliza. Solo el maíz y la soja son cultivados por más del 50% de las chacras, mientras en 1920 eran 10 los productos que cumplían esa proporción. Algún ejemplo extremo adicional. En 1922, Iowa era el líder mundial en producción de choclo enlatado. Tenía 58 fábricas en 36 condados distintos. En 1998, había solo dos fábricas procesadoras de vegetales en todo el Estado. En algunos países centrales, en particular Estados Unidos, se ha desarrollado el concepto de la “milla alimenticia”. Se calcula, de tal modo, la distancia promedio que debe recorrer cualquier alimento para ser consumido en al- gún territorio. En tal sentido, se ha instalado la idea de que ese parámetro es una medida del gasto innecesario en transporte, con efecto negativo en los costos y en el ambiente. LA MIRADA CRÍTICA 10
Debates para honrar el Bicentenario Cuadro I | Cantidad de commodities producidos para la venta en al menos el 1% de todos los establecimientos rurales de Iowa para los años selecciona- dos, de 1920 a 1997 1920 % 1935 % 1945 % 1954 % 1964 % 1978 % 1987 % 1997 % Equinos 95 Bovinos 94 Bovinos 92 Maíz 87 Maíz 87 Maíz 90 Maíz 79 Maíz 68 Bovinos 95 Equinos 93 Pollos 91 Bovinos 89 Bovinos 81 Soja 68 Soja 65 Soja 62 Pollos 95 Pollos 93 Maíz 91 Avena 83 Porcinos 69 Bovinos 60 Bovinos 47 Heno 42 Maíz 94 Maíz 90 Equinos 84 Pollos 82 Heno 62 Heno 56 Heno 46 Bovinos 42 Porcinos 89 Porcinos 83 Porcinos 81 Porcinos 79 Soja 57 Porcinos 50 Porcinos 35 Porcinos 19 Manzanas 84 Heno 82 Heno 80 Heno 72 Avena 57 Avena 34 Avena 25 Avena 12 Heno 82 Papas 64 Avena 74 Equinos 42 Pollos 48 Equinos 13 Equinos 10 Equinos 11 Avena 81 Manzanas 56 Manzanas 41 Soja 37 Equinos 26 Pollos 09 Ovinos 08 Ovinos 04 Papas 62 Avena 52 Soja 40 Papas 18 Ovinos 17 Ovinos 08 Pollos 05 Pollos 02 Cerezas 57 Cerezas 24 Uvas 23 Ovinos 16 Papas 06 Trigo 01 Patos 01 Caprinos 1 Trigo 36 Uvas 28 Papas 23 Patos 05 Trigo 03 Caprinos 01 Caprinos 01 Ciruelas 29 Ciruelas 28 Cerezas 20 Manzanas 05 Sorgo 02 Patos 01 Trigo 01 Uvas 28 Ovinos 21 Duraznos 16 Cerezas 04 Trébol rojo 02 Patos 18 Duraznos 16 Ovinos 16 Duraznos 04 Manzanas 02 Gansos 18 Peras 16 Ciruelas 15 Caprinos 04 Patos 02 Frutillas 17 Mulas 13 Peras 13 Uvas 03 Caprinos 02 Peras 17 Patos 12 Trébol rojo 10 Peras 03 Gansos 01 Mulas 14 Trigo 12 Mulas 06 Ciruelas 03 Ovinos 14 Gansos 11 Frutillas 06 Trigo 03 Hierba Timothy 10 Sorgo 09 Patos 06 Trébol rojo 03 Duraznos 09 Cebada 09 Trigo 04 Gansos 03 Abejas 09 Trébol rojo 09 Hierba Timothy 04 Maíz para palomitas 02 Cebada 09 Frutillas 08 Gansos 03 Hierba Timothy 02 Frambuesas 07 Soja 08 Centeno 02 Batatas 02 Pavos 07 Frambuesas 06 Maíz para palomitas 02 Maíz dulce 01 Sandía 06 Abejas 05 Maíz dulce 02 Pavos 01 Sorgo dulce 06 Hierba Timothy 05 Frambuesas 02 Grosella espinosa europea 03 Pavos 04 Abejas 02 Maíz dulce 02 Centeno 02 Sorgo 01 Damascos 02 Maíz para palomitas 02 Tomates 02 Maíz dulce 02 Repollo 01 Trébol oloroso 01 Maíz para palomitas 01 Caprinos 01 Pasas de Corinto 01 n= 34 n=33 n=29 n=26 n=17 n=12 n=12 n=10 Elaborado por Michael Carolan, Departamento de Sociología, Universidad del Estado de Iowa. Datos del Censo de Agricultura de los EE. UU. PRODUZCO LO QUE CONSUMO La atención de las necesidades básicas como motor del desarrollo.
11 A partir de esta descripción, se ha desarrollado una densa bibliografía que calcula el gasto innecesario en energía, así como la emisión de gases de efecto invernadero, que podría evitarse en caso de recuperarse un sentido de provisión local. Es cierto. Hay una agresión al ambiente, sumándose además costos innece- sarios, que se trasladan al consumidor. Es necesario, sin embargo, tener en cuenta aspectos adicionales. En los países exportadores de alimentos, hay una suerte de contraofensiva argumental a esta tesis de derroche energético. Por ejemplo, en el trabajo de Saunders et al. (2006), se trata de demostrar con largos análisis, aunque con argumentos poco convincentes, que la alta productividad relativa de las producciones de Nueva Zelandia exportadas a Inglaterra implica un uso de menor energía en la cadena de valor, que compensaría con creces la energía consumida en el transporte desde Nueva Zelandia hasta Inglaterra. En verdad, al interior de un país, como en el caso argentino, es más fácil demostrar la sinrazón —aún al interior de la lógica capitalista— de producir leche en solo cinco provincias, o pollos en cuatro. En rigor, podríamos dejar la discusión abierta por trabajos como el referido a Nueva Zelandia. Hay cuestiones que, a mi criterio, tienen mucha mayor envergadura, para justificar una mirada crítica a un sistema alimenticio ordenado por el mercado, y, por lo tanto, de oferta concentrada. Volvamos al ejemplo del choclo en lata de Iowa. En realidad, es equivalente a la situación de Mercedes, provincia de Buenos Aires, hace 50 años. Allí se industrializaba el choclo, la arveja y el durazno locales, sumando el ananá que se importaba de Brasil. Los productores de cada uno de los subsectores estaban integrados a una cadena de valor que tenía plantas procesadoras; talleres de reparación y fa- bricación de máquinas para cultivo y para industrialización; producción de cajones, latas, etiquetas; poda, riego y cosecha de los duraznales; logística de distribución. La desaparición de cada producto en la zona implica la súbita extinción de toda la cadena de valor que integra. Eso no es otra cosa que desindustrialización, despoblación, desaliento. Con un colateral muy directo y nítido. Cuando una región de producción agroindustrial diversificada retrocede a una gama estrecha de cultivos, y a un número también reducido de industrias de procesamiento, o en muchos casos ninguna industria, los excedentes agropecuarios generados en la re- gión no se encauzan como inversión en el lugar. O se convierten en depósi- tos bancarios que son utilizados para préstamos en otros lugares, o pasan a ser inversiones pasivas o activas en centros urbanos con un tejido industrial más denso. O sea: no solo se concentra la producción, sino que también se ahuyenta la renta y su disposición geográfica. En Mercedes, provincia de Buenos Aires, hace 50 años se industrializaba el choclo, la arveja y el durazno locales, sumando el ananá que se importaba de Brasil. Los productores de cada subsector integraban una cadena de valor que tenía plantas procesadoras; talleres de reparación y fabricación de máquinas para cultivo y para industrialización; producción de cajones, latas, etiquetas; poda, riego y cosecha de los duraznales; logística de distribución. La desaparición de cada producto en la zona implica la extinción de toda la cadena de valor que integra. 12
Debates para honrar el Bicentenario Casi un continente entero sirve en este momento histórico como referencia conceptual para los temas que estamos analizando. Vamos a comentar la situación africana, porque ayuda a caracterizar nuestro escenario, ya que allí las opciones son mucho más nítidas y no tienen posibilidad de aparecer como simples propuestas de mejora de menor o mayor dimensión, incluso con alternativas que podrían ser esquemas de asistencia social, como sucede en países de desarrollo medio como Argentina. En África, se está en los albores de una organización productiva global, estimulada desde las grandes corporaciones trasnacionales y el gobierno de Estados Unidos, que tiene en primer plano a la producción de alimentos. Por eso, los senderos que se configuran son de enorme importancia cualitativa para poder imaginar el futuro de todos esos pueblos. Hace ya más de una década, el gobierno de Bill Clinton puso en foco del interés global norteamericano la habilitación de África, como continente de provisión de tierras arables y de mano de obra de muy bajo costo, para expandir allí las actividades de las corporaciones trasnacionales americanas. Las condiciones eran tres: . Eliminar las guerras tribales y entre países. . Mejorar el estado general de salud, y en particular controlar la expansión del SIDA. . Alfabetizar masivamente a esos pueblos. Cuando se creyó haber avanzado lo suficiente en cada uno de los tres planos, como para saltar de nivel, se configuró un programa más definido de inter- vención, en que Estados Unidos está marcando el camino, pero hay corpora- ciones de varios otros países que están acompañando. Uno de los instrumentos centrales es la Millennium Challenge Corporation (MCC), creada por una ley de enero de 2004, propiciada por George W. Bush (h). Esta sociedad de estado tiene por funciones formales otorgar préstamos a países pobres de todo el planeta, pero su acción en África supera con cre- ces a América Latina y Asia. Tiene un sistema muy especial donde requiere expresa adhesión del país al ideario neoliberal de libre comercio y baja parti- cipación del Estado; luego, hace recorrer al país una etapa de entrenamiento y finalmente avanza con los préstamos. El primer país en recibir créditos fue Madagascar y se armó una comisión con participación pública nacional para el monitoreo. En 2009, hubo un golpe de Estado, en parte incentivado por el descontento que genera el lado oculto del programa, que no es otro que disponer de tierras en enormes extensiones para acuerdos con corporaciones. En este caso, se trataba de 1,3 millones de hectáreas para Daewoo, para producir biocombustibles, y algunos centenares de miles para la compañía hindú Varun, para desarrollar agricultura industrial. Con el golpe, el programa se interrumpió abrupta- mente y en ningún otro intento posterior la comisión de seguimiento admi- tió la participación protagónica de un organismo público. EL DESAFÍO DE ÁFRICA PRODUZCO LO QUE CONSUMO La atención de las necesidades básicas como motor del desarrollo.
13 Cabe señalar que el programa de Nicaragua se interrumpió cuando el san- dinismo ganó las elecciones, y en la misma dirección, pero con resultados opuestos, en Honduras el programa continuó a pesar del golpe de Estado contra Manuel Zelaya. En este momento, hay programa de crédito en unos 20 países (14 de África) y programas previos en 30 más. Los ejemplos de inversiones japonesas, chinas, brasileñas, de países petro- leros sin tierra arable, como Libia o Arabia Saudita, se multiplican en este contexto. Una estimación a la que se tuvo acceso sostiene que entre 2008 y 2009 pasaron a manos de corporaciones extranjeras más de 30 millones de hectáreas (equivalentes a la superficie cultivada en la Pampa Húmeda de Argentina) en 28 países, por valor de 100.000 millones de dólares. Todas esas tierras, además de las concentradas en manos de capitalistas locales para ser aplicadas a sistemas de agricultura industrial, estaban —y muchas todavía están— ocupadas por agricultores de subsistencia. Su destino más probable queda contenido en la siguiente expresión de la Fundación Bill & Melinda Gates, sobre la cual se apoyan buena parte de los programas de salud pública en la región: “A lo largo del tiempo, la estrategia requerirá algún grado de movilidad en la tierra y un menor porcentaje de empleo total involucrado en forma directa en la producción agrícola”. Movilidad en la tierra (land mobility) es el eufemismo utilizado para señalar la vocación de concentrar tanto la propiedad, como la operación de la tierra útil. Como es frecuente, quien sintetiza mejor la mirada estratégica de las gran- des corporaciones sobre un tema, es la consultora McKinsey. En este caso, un informe especial de McKinsey Global Institute sobre el futuro de África, señala: “… nuestros análisis sugieren que las perspectivas económicas de largo plazo de África son sólidas. Las empresas globales no pueden ignorar ese potencial. Entre nuestros hallazgos clave: . La aceleración del crecimiento de África tuvo su origen en algo más que un aumento brusco de la demanda de materias primas. Más importantes fueron las acciones de gobierno para terminar los conflictos políticos, mejorar las condiciones macroeconómicas y crear mejores climas de negocios… . El futuro crecimiento de África será fortalecido por tendencias externas, como la carrera global hacia los commodities; el aumento del acceso africano al capital internacional, y su habilidad para forjar nuevas formas de asocia- ciones económicas con inversores extranjeros. . El crecimiento de largo plazo también será influenciado positivamente por las tendencias demográficas, en particular una mejora en cantidad y calidad de la fuerza laboral, la urbanización y el correlativo aumento de la clase media consumidora. . Para las empresas, nuestro análisis concluye que cuatro grupos de activida- des sumadas generarán ventas por 2.6 trillones de dólares en 2020. Estas son Un informe especial de McKinsey Global Institute sobre el futuro de África, señala: “… nuestros análisis sugieren que las perspectivas económicas de largo plazo de África son sólidas. Las empresas globales no pueden ignorar ese potencial. …cuatro grupos de actividades sumadas generarán ventas por 2.6 trillones de dólares en 2020. Estas son las que atienden al consumo, la construcción de infraestructura, la agricultura y los recursos minerales.” Como se ve, se trata de un planteo de manual para incorporar al territorio africano a un derrotero neoliberal. 14
Debates para honrar el Bicentenario las que atienden al consumo, (tales como la venta minorista, las telecomu- nicaciones y los bancos), la construcción de infraestructura, la agricultura y los recursos minerales.” Como se ve, se trata de un planteo de manual para incorporar al territorio africano a un derrotero neoliberal. Particularmente relevante, si se advierte que el mismo estudio destaca que el 60% del territorio arable del planeta, aún sin utilizar, está en ese continente. Frente a ese dogma, en plena ejecución, se instala solo la lúcida reflexión de varios ámbitos, pero sin capacidad de plasmarse en proyectos ejecutivos concretos, y mucho menos de alcance nacional. Dice uno de los documentos consultados: “Antes de dedicarse a reinventar la granja africana, ¿revisaron las políti- cas de comercio liberales que han reducido los precios recibidos por los productos africanos y dañado a los agricultores locales? ¿Examinaron el dogma económico impuesto al continente, que destruyó los programas de extensión agrícola y redujo el gasto público en inversiones agrícolas, inves- tigación e infraestructura? ¿Hicieron los deberes y revisaron los incontables estudios sobre las numerosas ventajas de las granjas pequeñas, flexibles, de amplio espectro que se apoyan en compartir semillas de variedades locales, el conocimiento tradicional, la diversidad de cultivos y árboles y que re- ducen riesgos? ¿Examinaron formas de promover y mejorar estos sistemas ambientalmente sustentables? ¿Le brindaron algo más que una mirada superficial al estudio internacional de referencia, en el ámbito del Acuerdo Internacional sobre Conocimiento Agrícola, Ciencia y Tecnología para el De- sarrollo, llevado a cabo por docenas de científicos a lo largo de muchos años y comenzado por el propio Banco Mundial, que en abril de 2009 concluyó que la agricultura agro ecológica implementada por agricultores pequeños era la mejor solución de todas? La respuesta a todas estas preguntas es: NO.” La diferencia es nítida y confirma el marco conceptual que hemos venido utili- zando. De un lado, los negocios, buscando multiplicar el dinero. De otro lado, la reflexión sobre la forma de satisfacer las necesidades de la comunidad. En ningún lugar del mundo se libra hoy esta batalla ideológica como en África. Dolorosamente, creo que en el terreno práctico se está perdiendo, y de ella depende el horizonte de vida de más de 1.000 millones de personas. PRODUZCO LO QUE CONSUMO La atención de las necesidades básicas como motor del desarrollo.
15 Estimular la producción de bienes básicos para consumo propio y del entorno familiar y comunitario ¿eso es producción? ¿Es industria? Por supuesto que lo es. ¿Acaso no hay bibliotecas enteras sosteniendo las ventajas del trabajo en domicilio, frente a una computadora, integrando redes de operadores? ¿Cuál es la diferencia entre esa tarea y dedicarle algunas horas al mes a producir y cosechar la lechuga y el tomate que se consumen? Que el primero es un trabajo asalariado, y el segundo no. ¿Acaso ambas actividades no agregan valor? También aquí empecemos por los cimientos. Si mantenemos la lógica del mercado como elemento hegemónico, debere- mos aceptar que quien tiene dinero come, y que quien no lo tiene no come. Si en ese contexto aspiramos a un estadio de equidad social mínimamente aceptable, el sendero es simple: se tratará de disponer los recursos para que todos tengan en sus bolsillos el dinero necesario para comer, aunque no participen del mercado de trabajo. La asignación universal por hijo es una decisión típica de ese escenario. Es una posibilidad. En todo caso, una obligación a cumplir si el mercado ordena la vida, con su fuerza excluyente inexorable. Probemos ahora razonar, tratando de ser coherentes con la vocación de pen- sar sistemas que promuevan la producción desde la satisfacción de necesida- des básicas, antes que en la búsqueda del beneficio. Un primer modo, bien primario y directo, es estimular la producción de bienes básicos para consumo propio y del entorno familiar y comunitario. Volviendo a la aclaración acomplejada del comienzo de este documento, alguien podría argumentar: ¿eso es producción? ¿Es industria? Por supuesto que lo es. ¿Acaso no hay bibliotecas enteras sosteniendo las ventajas del trabajo en domicilio, frente a una computadora, integrando re- des de operadores? ¿Cuál es la diferencia entre esa tarea y dedicarle algunas horas al mes a producir y cosechar la lechuga y el tomate que se consumen? Que el primero es un trabajo asalariado, y el segundo no. ¿Acaso ambas actividades no agregan valor? ¿No deberían ser computadas ambas como aportando a la actividad económica global, como ya se ha señalado en la primera conferencia de esta serie? Hay algunas cadenas mentales que bloquean el diseño de nuevos escenarios, que deberán ser removidas con cuidado y que, por otra parte, ya no están —o nunca estuvieron— en el seno de otras comunidades, lo cual nos puede servir de ejemplo. Unos pocos datos del mundo desarrollado ayudan a despejar la idea de que la producción personal o familiar es una tarea resignada y propia del mun- do sumergido. . Seattle, la ciudad de Estados Unidos, es uno de los ámbitos institucionales mejor organizados del planeta. Esa ciudad tiene un reglamento promotor del uso de superficies urbanas para producción vegetal y animal, y ha decla- rado el 2010 como el año de la agricultura urbana. . Nueva York ha habilitado más de 1.000 huertas comunitarias en terrenos públicos. . Berlín tiene huertas comunitarias municipales, con 80.000 ciudadanos acti- vos y 16.000 en lista de espera. . Hong Kong produce la mitad de los vegetales que consume, en un 5% de la superficie de la ciudad. CAMINOS DE REFORMA 16
Debates para honrar el Bicentenario La Agricultura Apoyada por la Comunidad, en inglés: Community Supported Agriculture (CSA) consiste en acuerdos entre pequeños productores rurales y grupos de residentes urbanos, que financian los cultivos por mecanismos de suscripción anual, recibiendo luego cajas con los productos o accediendo a la cosecha personal en la propia huerta. . Otra ciudad estado, Singapur, produce el 80% del pollo y el 25% de los vege- tales que consume. . El 65% de las familias de Moscú se dedica a la agricultura urbana. La lista podría seguir. En el mundo menos desarrollado, hay, por supuesto, numerosos ejemplos de relevancia. La Habana, Hanói, todas las grandes ciudades chinas incluyendo Pekín y Shanghái, Dar es Salaam, casi todas las capitales de África, tienen ya instalada la cultura de la agricultura urbana, con su correlato de intercambio de productos a escala comunitaria, y de ferias de productores donde se comercializan los excedentes. El uso de los balcones, de los techos de edificios de vivienda individual o colectiva, la construcción de pequeños invernaderos, es moneda corriente, promovida en todos los ámbitos mencionados, a la vez que hasta hoy no forma parte de la propuesta social o económica de ningún sector político en la Argentina. Tal vez, sea parte de la herencia cultural de un país granero del mundo. Hasta donde llega nuestro conocimiento, solo en la periferia de la ciudad de Rosario (Santa Fe) se han hecho trabajos en escala, que llegaron a agrupar a 10.000 familias alrededor de un programa de agricultura urbana. Una instancia distinta, que se podría calificar como una continuidad concep- tual, a partir de admitir la posibilidad y necesidad de involucrarse en forma directa en la producción del propio alimento, es la Agricultura Apoyada por la Comunidad, en inglés: Community Supported Agriculture (CSA). En Estados Unidos, esencialmente, hay miles de CSA, que consisten en acuer- dos entre pequeños productores rurales y grupos de residentes urbanos, que financian los cultivos por mecanismos de suscripción anual, recibiendo lue- go cajas con los productos o accediendo a la cosecha personal en la propia huerta. El tema tiene larga vigencia, está auspiciado a nivel nacional y de los esta- dos, y se ha llegado a un nivel de estandarización tal que existen guías con protocolos específicos para la creación y operación de CSA. Una de ellas está citada en la bibliografía (Soil Association – 2008). Un tercer componente, de un denso menú que apoya a la producción para consumo propio y comunitario, son las redes de Mercados de Productores. Estos mercados tienen vigencia en todo el mundo. Sin embargo, su éxito depende de un conjunto de atributos, que a su vez requiere de la simultánea promoción y regulación por parte del Estado. El ideal político es que los mercados de productores se conviertan en ele- mentos reconocidos por cada comunidad local, apuntando a que sean no solo proveedores de bienes, sino una exhibición orgullosa de la capacidad de hacer. PRODUZCO LO QUE CONSUMO La atención de las necesidades básicas como motor del desarrollo.
17 Para que esto sea factible, es necesario: . Evitar la presencia de intermediarios. . Garantizar la sanidad y calidad de los productos ofrecidos. . Crear ambientes amigables para la presencia de la feria. . Asegurar que todo productor que cumpla las condiciones de calidad tenga acceso a la feria. . Contar con un sistema de apoyo técnico para asegurar que toda persona que tenga vocación de sumar su oferta pueda hacerlo en plazos razonables, mejorando su producto. 18
Debates para honrar el Bicentenario Es necesario construir modelos de intervención que abarquen al conjunto de una comunidad que hoy tiene, como sustento central, las ideas, llamemos, dominantes. Es decir: parece necesario actuar sobre el sistema de producción de alimentos, pero también es necesario diseñar modos más equitativos, y a la vez eficientes, de organizar el conjunto completo de las actividades productivas y de servicios de una comunidad local. A pesar de las alternativas antedichas, pareciera que se construye siempre una opción de hierro entre: a) Una agricultura industrial, que posibilite generación de riqueza concentra- da, que a su vez luego tenga los medios para generar empleo para muchos. b) Esquemas de subsistencia o poco más, con organización propia o de peque- ñas fracciones de la comunidad. El escenario en que se puede romper esa opción no es otro que el del desa- rrollo local. Me apresuro a aclarar que me refiero al desarrollo de una comunidad acota- da en un espacio pequeño respecto de la geografía nacional, y además que le doy a la palabra “desarrollo” una connotación integral, referida a todas las capacidades que determinan la calidad de vida, y no solo a la actividad económica. A diferencia de la discusión sobre los mecanismos para hacer donde no hay, que abarcó la tercera reunión de este ciclo, aquí pondremos el foco en variantes para zafar de la lógica básica de la agricultura industrial, y de la especialización exportadora, que es la que tiene vigencia en las zonas más ricas del país. Este modelo productivo invita con enorme fuerza a prestar atención a unos pocos rubros, sosteniendo que de ese modo se generan los recursos económicos, con los cuales se accede a todo el resto de los bienes necesarios para la vida cotidiana. A diferencia de África, el modelo no está en discusión. Es lisa y llanamente el que se aplica, sin discusión ni cuestio- namientos relevantes. También, a diferencia de África, se aplica a una región con una de las mejores infraestructuras, tanto de suelo, como de maquinaria y de recurso humano del mundo. Las consecuencias para cada ciudad de la Pampa Húmeda las hemos rese- ñado en el Debate número 4: concentración de riqueza, desinversión local, fragilidad general de la fertilidad de los suelos. En ese debate, también se formularon propuestas sobre el tema específicamente agropecuario. Pero por lo visto allí y lo ampliado aquí, creo necesario construir modelos de intervención que abarquen al conjunto de una comunidad que hoy tiene, como sustento central, las ideas, llamemos, dominantes. Es decir: parece necesario actuar sobre el sistema de producción de alimen- tos, pero también es necesario diseñar modos más equitativos, y a la vez eficientes, de organizar el conjunto completo de las actividades productivas y de servicios de una comunidad local. Primer criterio: Poner en el foco las necesidades propias de toda la comuni- dad. Se trata de una condición de contorno que debemos reconocer expre- samente como ideológica. Lo que se piense y se proponga parte desde las necesidades generales hacia la estructura productiva. DESARROLLO LOCAL PRODUZCO LO QUE CONSUMO La atención de las necesidades básicas como motor del desarrollo.
19 La prédica más usual en estos tiempos, que piensa en organizar la comuni- dad para exportar tal o cual conjunto de bienes o servicios, y a partir de allí obtener los recursos económicos para adquirir todo lo necesario, a mi juicio no solo no asegura el éxito, sino que además oculta el objetivo comunitario, y por lo tanto nos aleja de él. Segundo y último criterio esencial: El planteo de un esquema superador, pero desde ámbitos que no son los más pobres ni los más débiles, en materia de disponibilidad de recursos, exige tomar la situación presente sin benefi- cios de inventario. Se parte de una realidad que no se puede ni se debe des- conocer, y que tiene matices propios de cada lugar, que, en algunos casos, condicionan todo el proyecto que se pueda formular. Con el mejor esfuerzo para tener una mirada estratégica, creo en una secuencia de tres niveles, donde el segundo y el tercero tienen algún grado importante de superposición temporal: 1. Construcción de tejido social, a partir de una eficiente administración pú- blica de los espacios que la sociedad local espera que sean tutorados desde el Estado. 2. Construcción de tejido productivo para la satisfacción de necesidades locales, utilizando la confianza colectiva y en las instituciones que son un subproducto relevante de la etapa anterior. 3. Construcción de instituciones sociales que consoliden el tejido productivo social local, por un lado le den sustentabilidad a lo realizado y, por otro, permitan diseñar proyecciones económicas fuera del ámbito local. Los espacios comprendidos en la primera etapa son de alcance comunitario, por definición, y forman parte del compromiso habitual asumido por la dirigencia política de un distrito. Un buen resultado en la satisfacción de necesidades sociales es apropiable por toda la comunidad; es propiedad de todos. Un listado no excluyente comprende: . Energía en cantidad, utilizada de manera eficiente. Se debe asegurar la provisión de energía a toda la comunidad, con capacidad para definir pro- tocolos de uso austero y racional para el alumbrado público; los vehículos municipales; los edificios oficiales. . Utilización de fuentes de energía renovables. Es normalmente un espacio vacío de la gestión municipal. No obstante, es una línea estratégica conocer y controlar la generación y el uso de la energía a partir de fuentes solares activas y pasivas, del viento, de pequeñas represas, de todos los residuos de biomasa locales, sean estos descartes de aserraderos, poda de arboleda urba- na, componente orgánico de la basura. . Calidad y cantidad de agua potable. Es una demanda irrenunciable. Cada ámbito local debe asegurar la cantidad y calidad del agua requerida por sus ciudadanos. 20
Debates para honrar el Bicentenario . Procesamiento de residuos urbanos o agroindustriales. Desde la basura do- miciliaria a los tambores vacíos de agroquímicos, hay aquí una necesidad de gestión relevante. . Lealtad comercial. Una oficina local que actúe dando seguridad a los consu- midores o usuarios sobre cantidad y calidad de los bienes servicios, especial- mente los producidos en la región, es seguramente un espacio de jerarquiza- ción valorado. . Comunicación local. Todo municipio debiera plantearse la construcción de mecanismos de vinculación entre los habitantes, que sumen información, diálogo y debate, como forma de fortalecer el tejido social. Eso lleva a recomendar que se preste mucha atención a un diario, varias radios, una estación de TV, encaradas como vínculo, más que como negocio. Pero no solo esos planos deben ser atendidos para mejorar la comunicación. Un mercado oficial de productores del lugar, o un banco cooperativo, son intentos nada difíciles de concretar y de gran importancia para el sujeto colectivo. Una vez avanzado un camino importante detrás de las realizaciones men- cionadas, a mi criterio, se está en condiciones de pasar a una segunda tarea: la construcción de tejido productivo para satisfacer las necesidades básicas locales. En este nivel, en rigor, queda en evidencia la capacidad de un espacio social para superar —o no— la alternativa de creer en el derrame desde los podero- sos, o en el asistencialismo hacia los excluidos, como los dos únicos caminos de imaginar escenarios de conflicto mínimo o nulo. Hemos discurrido hasta aquí sobre los alimentos. Debo agregar, como menú central, la vestimenta, los materiales de construcción, los bienes para disca- pacitados y salud pública, los bienes para recreación colectiva. Hacía referencia al solapamiento temporal del segundo y tercer nivel, arriba planteados, porque éste último lleva a reflexionar sobre la forma de llevar adelante la vocación de fortalecer el tejido industrial. Un ámbito público local puede operar a todos los efectos como una agencia promotora de inversiones. Esto es: acumular alguna capacidad de diseñar proyectos a escala local, conseguir quien aporte la tecnología, evaluar su factibilidad económica, y convocar a partir de allí a inversores. Es evidente que, en tal caso, tendría una gran ventaja sobre el planteo tradicional y mucho más primario de convocar inversores, basándose solo en hipotéticos buenos climas de negocios, y dejando a quienes instalen las unidades productivas la capacidad de elegir el rubro y el destino de los pro- ductos, que usualmente se ubica fuera del espacio local. PRODUZCO LO QUE CONSUMO La atención de las necesidades básicas como motor del desarrollo.
21 Digo que tendría una gran ventaja, porque si se está en condiciones de de- mostrar el potencial de la actividad y suministrar la base del conocimiento productivo, se aclaran ab initio muchas posibles dudas del emprendedor. Pero esta mirada es solo inicial y aparente. Porque la coherencia ideológica de tal agencia deberá residir en diseñar y evaluar proyectos que satisfagan necesidades locales, que son más pequeños que los eventuales mega proyec- tos que puede proponer alguien que aproveche ciertos recursos naturales o poco explotados de la región. Allí aparece el desafío doble: Pensar en proyectos distintos de los históricos y conseguir actores productivos nuevos, también distintos de los habituales, con gran probabilidad de ser emergentes del medio local. Además de la posibilidad de fuertes medios de comunicación, de un banco local, de los mercados de productores, que son en esencia formas de fortale- cer vínculos, la figura de Corporaciones de Producción locales, aparece como muy potente para un marco como el que se propone construir. Convertir a fracciones importantes de la comunidad en socios del desarro- llo; instalar en el imaginario colectivo la idea de un patrimonio común que sustenta el destino de ese lugar, resulta, a mi criterio, casi la culminación de una secuencia virtuosa para escapar de la trampa entre el derrame y el asistencialismo; entre los negocios y la indigencia. Un ámbito público local puede operar a todos los efectos como una agencia promotora de inversiones. Esto es: acumular alguna capacidad de diseñar proyectos a escala local, conseguir quien aporte la tecnología, evaluar su factibilidad económica, y convocar a partir de allí a inversores. Convertir a fracciones importantes de la comunidad en socios del desarrollo; instalar en el imaginario colectivo la idea de un patrimonio común que sustenta el destino de ese lugar,... 22
Debates para honrar el Bicentenario Produzco lo que consumo es una consigna que busca sintetizar la vocación de aproximar la condición de ciudadano a la de productor, a la de transformador de su entorno, reemplazando la condición actual de mero consumidor. La actual condición, distorsiva en grado sumo de la capacidad de aprehen- sión del mundo, es un subproducto de la evolución de sociedades ordenadas por el mercado, en las que es imperativo cambiar el foco. Hemos presentado, por tanto, un conjunto de iniciativas válidas para sectores medios de la sociedad —agricultura urbana, agricultura apoyada por la comuni- dad, mercados de productores— que tienen vigencia en buena parte del mundo, desarrollado o periférico, y escasa o nula presencia en Argentina. Bajo una mirada más abarcadora, finalmente, hemos buscado conceptualizar el desarrollo local, entendiendo por tal la búsqueda de satisfacción de las necesi- dades comunitarias, con participación de todo el cuerpo social en ello. Nada de lo antedicho tendrá progresos relevantes si reiteramos la idea de que se trabaja buscando maximizar el lucro, ya que es el dinero el que simboliza la capacidad de mejorar la calidad de vida. Sé que es reiterativo nuestro planteo. Tal vez, de la reiteración aparezca al menos la posibilidad de discutirlo en espacios amplios, y de acercarnos a tener la chance de su difusión en el cuerpo social. Enrique M. Martínez Junio 2010 CONCLUSIÓN PRODUZCO LO QUE CONSUMO La atención de las necesidades básicas como motor del desarrollo.
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La medida del progreso en economía. 30 de marzo. 2 ? PRODUCIR, ¿COMO NEGOCIO O COMO SERVICIO? El rol del empresario en el siglo 21. 27 de abril. 3 • HACER DONDE NO HAY La construcción de tejido industrial en las regiones pobres del país. 26 de mayo. 4 • UNA COSA LLEVA A LA OTRA El conjunto de efectos de un cambio tecnológico. 29 de junio. 5 • PRODUZCO LO QUE CONSUMO La atención de las necesidades básicas como motor del desarrollo. 27 de julio. 6 • EL ESTADO NO TIENE DUEÑO La gestión y el poder en un organismo público de Ciencia y Técnica. 31 de agosto. Sede Central
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